Camino de otoño
Igual que el aroma transporta a un lugar lejano en el tiempo con marca en el recuerdo, así pasa con los caminos del otoño. A mí, caminar por la senda junto a un río en Castilla siempre me sabe a Machado. Veo los olmos viejos de poemas, formando parte del decorado. Verde, marrón, amarillo, guiños de un otoño que presenta sus credenciales, como redentor de un verano inagotable, del que el sofoco de las madrugadas eternas ya sólo empieza a ser pasado, allá a lo lejos, como si hubieran pasado siglos entre los meses.
Otoño con botas, camisa de medio vestir, chaqueta en hombro... Otoño de libro, de novela...de poesía. Otoño que devuelve lo robado, que nos devuelve a la esencia de lo que somos, sin los disfraces del verano y las capas de encebollada envoltura del invierno.
Irrumpo en otoño por el camino del río. Oscuridad en el suelo contrastando con el verde pastel de la cima de los álamos. Rocas anaranjadas, engalanadas por una luz crepuscular del sol en su despedida de la tarde. Pasos sin polvo en el camino, con la huella profunda que deja el barro, en la tierra recién bendita por las primeras lluvias de la estación.
Camino de redención. Todo es demasiado pesado, profundamente duro como para no huir en otoño. Incertidumbre en los recodos del camino. Un mañana que no será como ayer. El futuro es demasiado joven como para vestirse de recuerdos.
Me impone la custodia de edificios centenarios. Quizá sólo sean parte de la armonía del paisaje. Nada desentona en otoño. El pasado busca su rincón como parte y no como un todo, ya inmerso en este presente que desentierro en cada paso. Mirar delante. Allí, donde espera el puente que cruza para salvar el ultimo recodo, las últimas aguas bravas que buscan descansar en el Eresma.
Machado y Leonor en un banco de piedra, oasis del camino, mirando a los que pasan, a los que se dejan llevar, a los que resucitan en una tarde, por este camino de otoño...
Qué maravilla!!!
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