Oporto

"Fado porque me faltan sus ojos....
Fado porque me falta su boca...."


 
Oporto,  a la ribera del alma. Un paseo entre la nostalgia y el abandono imperial, entre el arte y la ropa tendida de las fachas desconchadas del pasado. El musgo de las escaleras en sus iglesias me habla de Santiago, sus casas y ventanas, de la Habana, sus palacios de Dublín. Una ciudad que recuerda, pero que mantiene la esencia de lo desconocido. La ciudad de las cuestas, de las callejuelas vacías llenas de gatos, de locos que andan sueltos por la calle...tranvías que circulan a paso de caminante, barcos con barricas, brillos de azulejos, olor a vino y humedad, a café y decadencia, a escaleras de madera y libros. Camino entre abandonados puesto del Mercado de Bolhao, una grotesca mezcla entre el color vivo de la fruta y la mirada muerta de los animales enjaulados. La historia de un pueblo apuntalada con andamios. Dicen que será un centro comercial en breve, pero nadie podrá eliminar esa caduca madurez de los tenderos, de sus santos y vírgenes con velas, de los perros amarrados en la puerta de la calle, como si fueran simples animales.
 

Cuando una ciudad se sumerge en los tópicos que la mantienen viva, las lágrimas mojan los ojos de los visitantes, y esa tarde, al subir la montañosa cuesta desde la estación de Sao Bento, y escuchar las primeras notas de fado al pasar por la pequeña tienda de discos, esos mismos tópicos se convierten en realidades. Es entonces cuando perdemos la condición de turistas para convertirnos en extranjeros, añorando nuestra tierra, con la vivencia del suelo que pisamos en el presente. El sonido del fado que escucho es nuevo para mi. Habla de puertos, de espera y de regresos incumplidos. No logro descifrar más palabras, pero me doy cuenta que no es melodía, sino pinceladas que marcan el tono de la ciudad. No trato de llevarme la música en ese momento. El alma no se puede atrapar en un soporte de plástico.  Esa canción no tendría razón de ser en cualquier otro lugar de la tierra. Ha nacido para ser escuchada allí, en ese enclave, en ese momento. Sólo en ese lugar es capaz de perforar el alma, de convertirse en raíz, tallo y extremidad de un sentimiento que atardece.
 
Caminar, subir, bajar, pararse, ver, respirar, escuchar, enamorarse y reenamorarse....a la ribera del Duero. 
 
Puedo decir tanto, que hoy, sólo por hoy, prefiero ser como Oporto y callar. 
 
"Y de aquel sufrimiento
nació el lamento
de esta canción...."

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